Los Paseos de Jane: La ciudad invisible

Off limits Madrid

La periodista cordobesa Marta Jiménez fue nuestra primera elección cuando pensamos en ofrecer una visión externa del proyecto ‘Los Paseos de Jane en Córdoba’ para nuestra participación en Scarpia XII. Afortunadamente, aceptó encantada nuestra invitación y aquí tenéis el fantástico resultado. Podéis leer a Marta habitualmente en su blog Algarabía

Los Paseos de Jane: La ciudad invisible


Toda ciudad contiene otra ciudad fantástica en su interior. Hay ciudades semánticas y semióticas, abstractas o aéreas, las hay con propiedades divinas y otras con propiedades visuales. Todas poseen múltiples cualidades por muy escondidas que éstas se hallen. Por eso hay que salir a buscarlas. Quien mejor catalogó las ciudades inventadas en la literatura –con nombres como Pentesilea, Berenice, Zenobia, Andria o Zaira– fue el viajero Marco Polo contándoselas al rey de los tártaros, Kublai Kan, en ‘Las ciudades invisibles’, un libro escrito por Italo Calvino y publicado en 1972.

Lo que teníamos por ficción se ha convertido en un versión de la realidad en algunas ciudades del mundo. La culpable es Jane Jacobs, una pensadora brillante y una revolucionaria en su disciplina, el urbanismo. Sus teorías fueron claves para entender nuestras ciudades de hoy, gracias a su empeño por cambiar las reglas que dominaban en su tiempo e intentar hacer de las calles y de los barrios lugares vibrantes para vivir y trabajar. Ella murió en 2006 pero cada año en primavera, varias ciudades del mundo programan “paseos” que llevan su nombre con el objetivo de mostrar la ciudad que no se cuenta, esa que aunque la tengamos delante de los ojos, nos es invisible.

En Córdoba, ‘Los Paseos de Jane’ se han celebrado en 2012 y 2013 de forma independiente, organizados por la empresa Colaborativa y el colectivo A Pata en colaboración con Jane’s walk. Magda Sánchez y Javi Burón, de Colaborativa, descubrieron los paseos en la ciudad en la que vivió Jacobs, Toronto, vía audioguías, y pensaron que la experiencia podría traducirse a nuestra escala local. Del 3 al 5 de Mayo de este año, Córdoba se convirtió en la tercera ciudad del mundo con mayor número de paseos. Más de 640 personas en 22 de ellos caminaron juntas por Córdoba y conversaron sobre el pasado, presente y futuro de nuestra ciudad. Paseos sin más ánimo que el de mostrar una dimensión de la ciudad rebosante de diversidad. Su sueño: que la exploración llevase al diálogo entre los ciudadanos paseantes y que el acontecimiento se fije año tras año en el calendario primaveral cordobés.

El diálogo se ha producido y la Córdoba invisible que ha aflorado en esta última edición se encuentra, desde en el subsuelo de los veneros de la ciudad, hasta en la nueva dimensión en la que aparecen sus calles caminándola en silla de ruedas; también en los patios proscritos y alejados del circuito oficial; en la Córdoba negra de la inquisición o en las huellas ecológicas que vamos dejando. En solo un fin de semana muchos ciudadanos han descubierto esta otra ciudad explicada por sus vecinos, ciudadanos como ellos, libres e inquietos, dispuestos a hacer transmisión oral de la Córdoba que no aparece en las guías ni en los libros.

El adjetivo para este acontecimiento quizás debería ser el de alternativo pero no sería justo. Esta es la Córdoba real, la compleja, la diversa, la que ofrece capacidad para cambiar las cosas desde la base ciudadana, la que se encuentra a años luz de la desapasionada versión oficial. ‘Los paseos de Jane’ ya es un gran evento cultural –y sin el diseño ni el presupuesto que acompañan a éstos- que dinamita el tópico de la Córdoba íntima discreta en la que “yo le puedo contar cuatro secretos a una calle y al llegar a la esquina ella no me ha contado ni su nombre”. Un paseo local desde la globalidad.

“Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. De esta forma termina el poliédrico libro de Calvino. Lo bueno de esta ciudad, la visible y la invisible, es que no termina nunca.

Texto de Marta Jiménez. Fotografía de Miguel Cejas